Lolyta en el Monterrey Post-Industrial

Por Óscar Estrada

 

En la arquitectura la vanguardia es hija de las posguerras. Siempre hay un desarrollo extraordinario después de terminar toda contienda, ya sea en el uso de los materiales constructivos o en la concepción de nuevas ideas sobre la arquitectura. Monterrey no es la excepción.

 

Un primer ejemplo sucede en 1846, justo después de la desafortunada guerra que libramos contra los norteamericanos, pasamos de ser una aldea mesopotámica a convertirnos en una aldea babilónica. El pastor de cabras se transformó en pastor de hombres.

 

Pasamos de las construcciones modestas, con aplanados lisos a los ornamentos. Nuestras casas de tierra, ahora se harían de piedra. Conocemos las molduras, coqueteamos con el Neoclásico, nos enamoramos del ladrillo, hijo de la civilización industrial, nos convertimos un poco en Detroit. Las edificaciones representativas de la culminación de este ciclo son: La Fundidora Monterrey, la Cervecería Cuauhtémoc, el Banco Mercantil de Monterrey y el Palacio de Gobierno.

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La llamada Arquitectura Norestense, la basada en construcciones sobrias, de adobe, libre de ornamentaciones, la de nuestros pueblos, la que tanto amaban y platicaban de ella Ricardo Elizondo, Andrés Huerta y Fernando Garza Quirós, es anterior a este período.

 

El segundo gran momento se vive al finalizar la Revolución Mexicana, en 1917. Monterrey experimenta un fenómeno pocas veces visto en nuestra ciudad, la vasta arquitectura producida por el Estado. El gobierno intentó construir una arquitectura nacionalista, seudo simbólica, trató de mandar un mensaje de triunfo, de cambio político, se exploraron estéticas como el Art- Decó, el Streamline. Incluso, hay ciertos guiños con la arquitectura masónica. Los ejemplos de la construcciones de este período postrevolucionario son: el Palacio Federal, la Escuela Álvaro Obregón, la Escuela Fernández de Lizardi, la Escuela Plutarco Elías Calles, entre otras. Es importante señalar, que todos estos edificios, fueron realizados por Fomento y Urbanización, S.A., mejor conocida como FYUSA. Empresa fundada por políticos y empresarios regiomontanos.

 

El tercer ejemplo de desarrollo arquitectónico después de una guerra, y considero más fascinante, ya que es el punto de quiebre y detonante de nuestra arquitectura moderna. Esto sucede en 1946, sólo un año después de acabarse la Segunda Guerra Mundial. Piensen esto, estamos exactamente a 100 años de la guerra contra los americanos de 1846, y justo en este aniversario, el arquitecto Enrique de la Mora recibe el Premio Nacional de Arquitectura por el diseño de nuestra emblemática Purísima. Sin duda alguna, obra seminal e hito de nuestro Patrimonio Moderno.

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La Purísima simboliza, el triunfo de la arquitectura moderna sobre la arquitectura religiosa anquilosada, colonialista, esclavizadora, la del temor a Dios. La piedra deviene en concreto, nace el culto al cemento, se crea un nuevo evangelio; el Modernismo. Al tener referencias evidentes con las fábricas, La Purísima nos representa, se colapsa el dualismo entre lo religioso y lo industrial.  

 

Y justo en este mismo año, en 1946, mientras el arquitecto De la Mora festejaba su premio, la Fábrica de Ropa Lolyta, diseñada por el arquitecto Arturo Esteban González, coincidentemente se inauguraba.

 

Al construirse casi en el medio siglo, en el mid-century dirían los americanos, Lolyta tiene rasgos de un Art-Decó tardío, sobre todo por su fachada de ladrillo y su letras de metal. También tiene ciertos guiños con la obra del padre del streamline: Erich Mendelsohn, sobre todo con su obsesión para resolver de manera redonda las esquinas de sus edificios

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Lolyta, también tiene ese espíritu renovador y modernista propio de esos tiempos, de estética funcionalista, generosa en los espacios. Sus hermosas y distintivas columnas cuadradas se suavizan al final con una línea de 45 grados que parece una pirámide invertida, para volver a rematar en la losa en un cuadrado perfecto. Tienen cierta arrogancia imperial, parecen decir: “Mírenme, permaneceré aquí para siempre.”

 

De los espacios industriales, siempre me han fascinado sus escalas monumentales, se respira el aire y el ascetismo de las abadías cistercienses. Esto lo podemos ver particularmente en el maravilloso primer piso de Lolyta, tiene una altura mayor que los otros tres.

 

La terraza de Lolyta merece mención especial, sus vistas de los cuatro puntos cardinales son espectaculares. Es fabuloso ver hacia el norte los tejados de la antigua estación del Golfo, hoy Casa de la Cultura. La antigua estación del Golfo es el primer edificio de nuestra ciudad en ser restaurado y ser  reutilizado en otra función, es ejemplar e inspirador. El arquitecto Manuel Rodríguez Vizcarra, promotor de su rescate, es el padre del Patrimonio y la Reconversión Arquitectónica. Fuera del gremio, el arquitecto Vizcarra es un gran desconocido, tenemos una gran deuda con él.

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Hoy, estamos en el umbral de una nueva sensibilidad, una nueva conciencia, la de la visibilización de la obra de los arquitectos e ingenieros que diseñaron estas maravillosas catedrales del trabajo, como lo son: Eduardo Padilla con el diseño de Conductores Monterrey, Rodolfo Barragán y su extraordinario diseño de la desaparecida Termoeléctrica de Fundidora, esta sí, toda una apología a los grandes ventanales. Porfirio Ballesteros y su sensacional silo de Gamesa, que parece una soberbia oruga a punto de caminar, Jorge González Reyna y sus memorables oficinas de Hylsa, y muchos más, que por ahora lamentablemente desconocemos sus nombres.

 

Somos incapaces de evaluar el presente. Nuestro patrimonio arquitectónico industrial está en extinción, pero lo que jamás debe de estar en extinción es nuestra imaginación. Esta nueva sensibilidad debe llevarnos a discutir los grandes temas, a trazar un nuevo urbanismo, nos debe de llevar a la elaboración de nuevos modelos teóricos de convivencia. A una nueva concepción ecológica, la subordinación de lo económico a lo primordial, el bien público.

 

Nuevos dioses invocan a viejos dioses. La reutilización de los espacios industriales no debe ser un reflejo del pasado, sino una plataforma de nuestro futuro, sustentado en nuestra memoria industrial arquitectónica, en nuestro patrimonio cultural. Herencia para todos aquellos que anhelamos un mejor mañana. Lolyta debe ser un viaje al futuro cruzando por el pasado. 

 

El potencial para la reconversión industrial en Monterrey y, las posibilidades de ser una mejor ciudad es enorme. Si yo tratara de encontrar una metáfora para esta visión sería la de la Resurrección Contemporánea, el Monterrey Post-Industrial. 

IMÁGENES:

 

(01) Fachada Edifico Lolyta, 1946
(02) Cervecería Cuauhtémoc, 1922
(03) Fundidora de Monterrey, c. 1909
(04) Maqueta de la Purísima, c. 1945
(05) Erich Mendelsohn, Schocken c. 1930
(06) Erich Mendelsohn, Schocken c. 1925
(07) Mujeres trabajando, Edificio Lolyta, 1946
(08) Interior del Edificio Lolyta, 1946

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