Máquinas para el aprendizaje

Por Agustín Landa Vértiz y Pablo Landa Ruiloba

 

 

 

1. Tec de Monterrey

 

Durante la primera mitad del siglo XIX, en los Estados Unidos se comenzaron a construir complejos universitarios a partir de planes maestros. Antes, las universidades ocupaban edificios en trazas urbanas preexistentes, rodeadas por otros usos. El surgimiento del campus como tipología implicó concebir la totalidad de los edificios de una universidad como unidad arquitectónica y su construcción en una zona sin urbanizar. Es una imagen poderosa: la creación de una nueva comunidad dedicada a la búsqueda del conocimiento en un sitio alejado de la “corrupción” de las ciudades. El primer campus imaginado de esta manera fue la Universidad de Virginia en Charlottesville, obra cargada de referencias a la antigüedad clásica, diseñada por el estadista-arquitecto Thomas Jefferson.

 

La tradición del campus universitario llegó a México a través de los Estados Unidos. El primero fue el del Tec de Monterrey, diseñado por el arquitecto Enrique de la Mora en 1945; sus primeras instalaciones comenzaron a usarse en el ’47. El terreno en el que se ubica el Tec estaba entonces en las afueras de la ciudad. El proyecto original del complejo reunía un edificio con dormitorios y una cafetería —Centrales—, edificios de talleres y salones de clases —Aulas 1 y 2— y una biblioteca al centro. Como los campus que forman parte de la tradición inaugurada por Jefferson, el Tec está organizado a partir de ejes que establecen jerarquías y definen la ubicación de los distintos edificios en torno a un espacio central abierto, sin circulaciones vehiculares. Si bien el diseño de los edificios es congruente con los ideales del movimiento moderno, la composición del conjunto es más bien clásica.

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El jardín del campus central del Tec cumple dos funciones de gran importancia. La primera es de carácter simbólico: al ser visible desde los pasillos y núcleos de circulaciones de los edificios que lo contienen, en el que se puede observar a la comunidad universitaria circulando e interactuando, es un espacio en el que ésta cobra consciencia de sí misma. La segunda función tiene implicaciones similares, pero es de carácter más inmediato: el espacio central del campus propicia la interacción y comunicación entre los distintos miembros de la comunidad universitaria. Los encuentros informales entre alumnos y profesores, así como entre alumnos de distintas disciplinas y generaciones contribuyen a la realización de uno de los objetivos originales del campus: propiciar el desarrollo de una comunidad académica, separada del “mundo exterior” para dedicarse sin distracciones a la búsqueda del conocimiento, en su definición más amplia, como principio de crecimiento individual.

↑ (3)

No es de accidental que el campus haya llegado a México a través de la frontera regiomontana. Muchos de los fundadores y promotores del Tec de Monterrey estudiaron en los Estados Unidos. Don Eugenio Garza Sada, principal promotor de la nueva universidad, tenía al Tecnológico de Massachusetts (MIT) como modelo. Poco después del concurso en el cual se eligió el proyecto de Enrique de la Mora, el arquitecto y funcionarios del Instituto viajaron a conocer las instalaciones de distintas universidades americanas.¹ El objetivo era claro: construir en México una institución privada similar, en su sistema educativo y en sus instalaciones, a las que habían formado a los directivos de las empresas de Monterrey. Si bien cuando se realizó ese viaje el esquema ya estaba definido, las visitas a distintos campus seguramente influenciaron el desarrollo y ejecución del proyecto, así como el programa académico de la nueva universidad.

↑ (4)

2. Ciudad Universitaria de la UNAM

 

La Ciudad Universitaria de la UNAM (CU), el segundo campus universitario en México, fue construido sobre un pedregal volcánico. Se inauguró en 1952, pero la mayoría de las facultades se mudaron en 1954. Se trata de un complejo de gran escala y complejidad, en cuyo diseño participaron decenas de arquitectos. El conjunto, sin embargo, tiene unidad. Cada una de sus partes se relaciona con el resto, por el uso de materiales y estrategias compositivas comunes, y por estar organizadas, como en el Tec, en torno a un espacio central contenido.

 

El arquitecto Enrique de la Mora diseñó —junto con Enrique Molinar y Enrique Landa— el edificio de humanidades de CU, el cual es similar a Aulas 1. Se trata de estructuras lineales con un pasillo en un extremo y aulas en el otro. En ambos casos, las circulaciones verticales son piezas adosadas al volumen lineal y en cada piso hay un vestíbulo al aire libre que funciona también como balcón. Además, ambos edificios tienen un papel protagónico en la definición de un jardín central en el que la comunidad universitaria se observa y cobra consciencia de sí misma.

↑ (5) Aulas 1 del Tecnológico de Monterrey (1947)

↑ (6) Edifico de Humanidades UNAM (1954)

CU comparte otras características con el Tec y los campus universitarios americanos: sus edificios están organizados en lo que Mario Pani llamaba “supermanzanas”, con circulaciones vehiculares exentas. Además, la organización de los volúmenes establece jerarquías: en el eje principal del conjunto, la rectoría preside sobre el conjunto universitario. Estas características son notables en el contexto de la arquitectura moderna, en tanto que se alejan de la celebración del automóvil que implica la definición de espacios urbanos en torno a las circulaciones vehiculares. Además, la composición es distinta a la que se aprecia en conjuntos en los que los edificios son piezas aisladas que ocupan espacios equivalentes y no destaca uno de ellos sobre los otros.

 

La circulaciones peatonales de CU traman recorridos que van revelando la variedad y riqueza arquitectónica de sus edificios, con sus sofisticados detalles constructivos y patios, terrazas, pasajes, pórticos y jardines aparecen como sorpresas. El caminar a través del campus implica participar en un proceso de lectura del espacio, lo cual es congruente con la función educativa del conjunto. La biblioteca, cubierta con un mural de piedra de Juan O’Gorman que evoca un códice prehispánico, expresa su función de manera más literal. La fachada, como los libros que encierra, se lee.

 

Durante los años sesenta y setenta surgieron corrientes arquitectónicas que condenaron la incapacidad de la arquitectura del movimiento moderno de comunicar, y buscaron diseñar edificios que, “como un anuncio panorámico, nos hablan de lo que son”.² El Tec de Monterrey y la Ciudad Universitaria de la UNAM, si bien participan del movimiento moderno, con edificios concebidos a partir de piezas modulares y con materiales industriales y aparentes, no pueden ser acusados de fallar en la misión arquitectónica de anunciar su función. Como campus universitarios en la tradición de la Universidad de Virginia, son máquinas para el aprendizaje cuya configuración espacial y el diseño de sus elementos no sólo revela sus funciones, sino que además contribuye a su realización.

Este texto es una versión condensada del que apareció en la publicación de la Cátedra Blanca-Cemex del Tec de Monterrey en 2007. Se han omitido párrafos que describían el ejercicio que realizaron los estudiantes de este taller durante el semestre de otoño de 2006 y se ha simplificado la redacción. Parte de sus contenidos aparecen en el libro Monterrey en el espejo: Crónica de sus habitantes, monumentos y espacios públicos publicado en 2011 por el Fondo Editorial Nuevo León.
REFERENCIAS:

¹ Rodrigo Mendirichaga. El Tecnológico de Monterrey: sucesos, anécdotas, personajes. Monterrey: Ediciones Castillo, 1982.

² Vincent Scully. Modern Architecture. New York: George Braziller, 1974, p. 54 (traducción de los autores).

 

IMÁGENES:
(01, 02, 04) Colección-Archivo Patrimonio Moderno: Monterrey
(03) Francisco Álvarez – The Raws

PERSONAJES INVOLUCRADOS:

Arquitecto

Enrique de la Mora y Palomar

EMPRESARIO

Eugenio Garza Sada

Ingeniero

Armando Ravizé

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